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El 19 de mayo de 1895, apenas levantaba el sol por el oriente cubano, cuando se produjo un encuentro infortunado entre tropas españolas y un pequeño contingente mambí.

Martí en Eusebio Leal

Redacción Digital |
19 de Mayo de 2022 / 8:15 am
El 19 de mayo de 1895, apenas levantaba el sol por el oriente cubano, cuando se produjo un encuentro infortunado entre tropas españolas y un pequeño contingente mambí.

El 19 de mayo de 1895, apenas levantaba el sol por el oriente cubano, cuando se produjo un encuentro infortunado entre tropas españolas y un pequeño contingente mambí.

(Fragmentos de la conferencia pronunciada por el Dr.C. Eusebio Leal Spengler, con motivo de una donación del gobierno de Cuba a la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), de un busto de José Martí)

“El 19 de mayo de l895, apenas levantaba el sol por el oriente cubano, cuando se produjo un encuentro infortunado entre tropas españolas y un pequeño contingente mambí, o sea, de combatientes separatistas cubanos. 

Se desconocía realmente que en aquel grupo se hallaba el General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, Máximo Gómez Báez, nacido en la República Dominicana, y José Martí, líder del proceso revolucionario independentista, elevado al grado de General, sin ser él un militar, pocos días después de haber desembarcado en tierras cubanas. 

Aquel sitio se caracteriza por el encuentro de dos grandes ríos: el Cauto y el Contramaestre. Y en ese triángulo fatal, Martí avanza enteramente solo, tentado por algo más que su voluntad, quizás por la alegoría que —sobre su destino— había dictado en sus propios versos, cuando dijo: Siento dentro de mí un cántico que no puede ser otro que el de la muerte. Avanzó resueltamente hasta caer traspasado por las balas, y su cadáver abandonado fue recogido por las tropas españolas. 

Identificado por los objetos que llevaba en sus ropas, Martí se convirtió en la noticia del fin de un proceso político que ya se anunciaba en la prensa continental española y norteamericana. Sin embargo, con palabras clarividentes, el poeta había predicho: Mi verso crecerá: bajo la yerba,/ yo también creceré”.

(…) “Del 11 de abril al 17 de mayo, los días previos a su caída en combate, Martí refleja en su Diario con inigualable belleza la naturaleza de esa parte de Cuba, desconocida para él hasta entonces… Sorprenden las descripciones de los árboles, de las flores, de las criaturas del monte; el dolor y la sorpresa ante las primeras heridas abiertas de los hombres; el horror y el espanto de la guerra… 

Días antes también ha escrito a su madre, la carta más bella que conservamos: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Ud. Yo sin cesar pienso en Ud., Ud. se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿porqué nací de usted con una vida que ama el sacrificio?Palabras, no puedo. El deber de un hombre esta allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre (…) bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición”.

(…) “Pero su voz se escucharía vibrantemente hasta el último instante, y cuando se derrumba en Dos Ríos, su caída cumple la misión de proyectar hacia el futuro el destino de nuestro pueblo y de toda América.

Era el alma de un hombre grande, un símbolo casi perfecto, si es que puede hablarse de perfección en la naturaleza humana. Y cual imagen divina, lo cierto es que dejó una piedra angular para el reconocimiento de lo que somos, de nuestra identidad, de nuestro orgullo, de nuestra voluntad de ser, de traspasar limitaciones, de superar cualquier fatalidad y lograr para nuestra América un destino mejor, de justicia, paz y libertad”.

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