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Por un Modelo de formación Humanista

Miguel Barroso Hernández |
07 de Mayo de 2012 / 8:49 am

En la formación de nuestros profesionales, el enfoque social humanista del conocimiento, la ciencia y la tecnología, debiera ser un ente ineludible para satisfacer, sin atenuantes, las necesidades del desarrollo social.

Cuando desde la propia educación elemental se involucra a los estudiantes en los procesos científicos, tecnológicos y de innovación; se está trabajando en pos de la integralidad que, luego, garantizará un desempeño competente y de excelencia al futuro profesional.

Así en la UCI, la formación -entendida en el vínculo docencia-producción- se proyecta como una innovación del currículo escolar, que proporciona una propuesta de alfabetización coherente en el orden profesional; con una determinada visión centrada en modelar actitudes, valores y normas de comportamiento respecto a la intervención y aplicación de la ciencia y la tecnología en la sociedad (y viceversa), con el fin de ganar en responsabilidad individual y colectiva.

La dirección del proceso de enseñanza, sobre el desarrollo armónico y multilateral de la personalidad -con este enfoque o bajo este modelo-, implica riqueza espiritual, pureza moral, perfección física; además de conocimientos, hábitos, habilidades, normas y modos de actuación con compromiso total.

Este enfoque revolucionario, en el proceso de maduración de los profesionales, se convierte en un objetivo esencial en la preparación desde que, luego de los primeros cursos, se materializa; pero no se debe quedar en un objetivo esquemático, sino que debe ser apropiado en la conciencia, tanto de estudiantes y profesores, como una forma de analizar los problemas que se enfrentarán más allá de la vida académica.

La actualización, constante, por parte del educador, entonces, tendrá que ser un reto ineludible. El actuar en pos de que los estudiantes consigan cierta independencia en la búsqueda y reflexión en torno a los conocimientos, también es un hecho insoslayable para ganar en intencionalidad y eficacia del proceso. Así, motivando, se consigue la verdadera intención del modelo en cuestión.

Educar para la vida y para vivir, hacer que nuestros jóvenes en formación vean la utilidad de los conocimientos, la ciencia y la tecnología, desde un enfoque social humanista (porque, con el esfuerzo, ya consiguen ver sus aportes); proporciona confianza en la habilidad ganada para utilizar los saberes y tener éxito en el orden social y futuro profesional.