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La llama eterna custodia los restos de los militares internacionalistas que murieron en nuestro suelo cumpliendo con su deber.

Evocando al soldado soviético

Antonio Michel García Góngora |
09 de Mayo de 2013 / 8:03 am

La llama eterna custodia los restos de los militares internacionalistas que murieron en nuestro suelo cumpliendo con su deber.

Este jueves, el mundo entero celebrará el día de la victoria sobre el fascismo. El 8 de mayo, la Alemania nazi firmó el Acta de Capitulación que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.

Para garantizar esa paz, conseguida gracias a los mayores ejemplos de altruismo humano, las fuerzas victoriosas se esparcieron por todo el mudo, llegando incluso hasta nuestro país.

A pocos metros de la Universidad existe un monumento que nos recuerda esta singular página de nuestra historia. Se trata del Monumento al Soldado Soviético Internacionalista.

Es por esta razón que los profesores de la Facultad 1 hicieron coincidir la Jornada de Homenaje al Profesor de Marxismo e Historia con esta fecha.  Los profesores de la asignatura Debate Histórico Contemporáneo aprovecharon la ocasión para llegar hasta este solemne lugar junto a sus alumnos.

El Memorial fue inaugurado el 23 de febrero de 1978, Aniversario del Ejército Soviético (Día de las Fuerzas Armadas Soviéticas y Rusas) y en él están enterrados 68 soldados y oficiales soviéticos que perecieron en el territorio de Cuba.

Este monumento guarda semejanzas con el Cementerio de Piskariova, en San Petersburgo (antigua Leningrado), donde se encuentran cientos de placas conmemorativas para los caídos durante el bloqueo a Leningrado. Más de 420 000 civiles y 50 000 soldados del Frente de Leningrado fueron enterrados en 186 tumbas colectivas.

Una tarja guarda un mensaje que solo podrá abrirse y leerse cuando se cumpla el 150 aniversario de las Fuerzas Armadas Soviéticas, o sea: en la lejana fecha del 23 de febrero de 2068. La llama eterna también custodia los restos de los militares internacionalistas que murieron en nuestro suelo cumpliendo con su deber.

En el Memorial se unen el tiempo y la muerte, para indicarnos que estamos vivos, y que nuestra felicidad, la que intentamos cada día, se la debemos también a esos hermanos de armas y de almas. Ellos son parte de nuestra deuda eterna con la humanidad.